El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas

Marquitos está retirado y disfruta de una vida plácida, deliciosamente rutinaria. 

Pero la isla de Simetría es un hervidero, necesita un reequilibrio que solo él, con sus más de dos metros de altura y su voz capaz de quebrar voluntades, puede proporcionarle. 

Su mente está recibiendo señales inequívocas; palpitaciones desde sus entrañas en ebullición. 

Y, además, le ha enviado a una mensajera que no podrá ignorar: una mujer con el rostro y el cuerpo de una Magnolia Azul. 

Ha llegado la hora de volver a sacrificar

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Uno siempre busca una lectura que le atrape, que le cale hasta las entrañas, uno de esos viajes inolvidables que te hacen experimentar sensaciones impensables y enfermizas desde una posición de seguridad física. Déjame decirte que has escogido el libro idóneo para ello. 

Creo que conocí a Darío Vilas de la misma forma que muchos de vosotros, tras la historia que se esconde en estas páginas. El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas, un título indiscutiblemente sugerente y difícil de olvidar, una obra que sigue viva (y seguirá) después de once años desde su primera publicación. Darío ha dado vida a Marquitos, el «muro de tres metros» que nos enseñará lo que ocultan sus ingenuas gallinas y se encargará, hábilmente, de quedarse con nosotros para perpetuar su existencia más allá de estas páginas; para siempre. 

De alguna forma todos estamos marcados por el lugar donde nacemos, por las amistades que este nos proporciona, por las experiencias que nos brinda. La isla Simetría es la porción de mundo que le ha tocado a nuestro amigo Marquitos experimentar. 

Del Prólogo de Nerea Bosch